y dejé las arrugas en la almohada
y olvidé los bostezos en las sábanas
y recorrí las calles
con la sangre gritando,
redoblando, marchando,
absorbiendo la luz con los pulmones;
el corazón al frente
sin imponer muletas a mi alma,
ya que mi cuerpo olvidó su esqueleto.
Hoy, al levantarme, se me olvidaron los pies,
y creí tener alas.
Hoy, remendé el corazón con un hilo de lluvia.
La enfermedad huyó dando de gritos
y quebró la botica de mi cuerpo,
y tiré la tristeza
para dejar mi traje sin ceniza.
Hoy, la ciudad no se me viene encima
y siento ganas de abrazar la lluvia.
FERNANDO MARTÍNEZ SÁNCHEZ
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