Mi madre se llevó su gentileza
e infinita ternura.
Guardó en oscura caja
aquel halo de luz que la rodeara:
las mil hebras de plata de sus finos cabellos,
las virtuosas palomas de sus manos,
y los limpios espejos de sus ojos...
dejó en el abandono:
su vetusta casona,
su sillón favorito,
su bendito rosario,
sus helechos y pájaros,
un puñado de versos profundamente tristes,
varios libros de Becquer, Rubén Dario y Neruda.
Dejó también el dulce de su aliento
prendido en los azahares del verde limonero,
y el eco de su paso
en sollozante arrullo tremolando en los patios...
Mi madre se marchó sin despedirse,
sin pronunciar palabra,
sin mediar una queja o un suspiro...
se fue sencillamente así, como si nada....
IRMA BEATRIZ BERMEO DE ORTIZ
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