Había una vez una dama que se sentía feliz, cobijada y protegida por su caro y fino abrigo.
Más sucedió que de pronto llegó la primavera y la dama comenzó a sentirse incómoda, acalorada.Trató de quitarse el abrigo, pero estaba como adherido a su piel "no me lo quito porque duele al tratar de hacerlo, además me protegerá para el próximo invierno" pensó.
Y llegó el verano y la dama empezó a encontrarse debilitada de sudar, a encorvarse por el peso del fino abrigo y lo peor, a sentirse sofocada, asfixiada. Entonces se armó de valor y haciendo acopio de sus fuerzas se sacó el abrigo. Le dolió. Quizás hasta unos pequeños pedazos de piel le arrancó. Y se sintió vulnerable, con miedo de cara al aún lejano invierno.
Más de pronto la dama sintió el sol en su piel, el viento entre sus cabellos. Después vino la lluvia. Y la dama empezó a enderezarse, a sonreír, a cantar, a bailar.
La dama recordó, que estaba viva.
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