Me sumerjo en un bosque presentido,
en acuático océano sin arenas
en cárcel sin barrotes ni cadenas
en tu mano hecha cuenco como un nido.
Se adelgaza mi voz como un silbido
de pájaro habituado a cantar penas
y la sangre desboca de mis venas
como afilado canto hasta tu oído.
Acógeme con el hueco de tu abrazo,
enrédate en el aire de mis voces,
de igual pluma los 2 un solo trazo,
del color de la tinta de mi herida
y curvados destinos como hoces
para segar el trigo de la vida.
FERNANDO MARTÍNEZ SÁNCHEZ